sábado, 2 de febrero de 2013

EL CAMINO CUARESMAL



Los cuarenta días de la Cuaresma poseen, una indudable fuerza evocadora, ya que recuerdan muchos de los acontecimientos que jalonaron la vida del Antiguo Israel: como los cuarenta días del Diluvio Universal que acabaron con la alianza establecida entre Dios y Noé o la permanencia de moisés en el Sinaí culminada con la entrega de las tablas de la Ley.



Este periodo nos invita sobre todo a revivir con Jesús los cuarenta días que transcurrió en el desierto, orando y ayunando antes de emprender su misión pública.

También nosotros emprendemos un camino de reflexión y oración con todos los cristianos del mundo.

El camino cuaresmal, acercándonos a Dios, nos permite mirar con ojos nuevos a los hermanos y a sus necesidades. 

Por eso la cuaresma es un momento favorable para convertirnos al amor. un amor que sepa hacer la actitud de compasión y misericordia del Señor.   


Al ver hacer Jesús a las gentes se compadecía de ellas. La Iglesia, consciente de su propia misión en el mundo, no cesa de proclamar el amor misericordioso de Cristo que sigue dirigiendo su mirada a la humanidad de todos los tiempos.

El ayuno y la limosna, que, junto con la oración, la iglesia propone de modo especial en el período de Cuaresma, son una ocasión propicia para conformarnos con esa ``mirada``. 

En Cuaresma, el cristiano debe afrontar una lucha, como la que Cristo sostuvo en el desierto de Judá.



Por eso este tiempo litúrgico recuerda, que la existencia cristiana es un combate sin tregua, donde se usan las armas de la oración, del ayuno y la penitencia.

Luchar contra el mal, contra cualquier forma de egoísmo y odio; es el itinerario ascético que todo discípulo de Jesús esta llamado a sostener.


Seguir dócilmente al Divino Maestro hace de los cristianos testigos  y apóstoles de la paz y esa actitud nos ayuda a evidenciar mejor cual debe ser la respuesta cristiana a la violencia que amenaza la paz en el mundo.


No es la venganza, ni el odio, ni tampoco la fuga en un espiritualismo falso. La es recorrer el camino seguido por aquel que frente a los males de su tiempo y de todos los tiempos abrazó decididamente la Cruz, siguiendo el sendero más largo, pero eficaz del amor que debe traducirse en gestos concretos con el prójimo, sobre todo con los más pobres y necesitados.


Esta actitud de misericordia constituye uno de los elementos esenciales de la vida de los cristianos, llamados por Jesús a ser luz del mundo para que los hombres, viendo sus buenas obras rindan gloria a Dios.

 


  

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