LA PASCUA Y EL SEPULCRO VACÍO
Hemos atravesado el tiempo de cuaresma y vivido la Semana Mayor del año. El misterio cristiano ahora da un vuelco y nos sitùa frente al Misterio de la vida en plenitud, como ha sido proclamado por casi dos mil años por la Iglesia. La muerte de Jesùs probablemente ha dividido la historia en dos. El hecho de que un hombre se haya levantado de la muerte, de aquel lugar donde para muchos no hay retorno, rompe todas las lógicas humanas. La pesada roca que cerraba el sepulcro, sìmbolo inamovible de la muerte, fue retirada por la Resurrección de Jesùs y le ha dado paso a la vida eterna, no sólo para Èl, sino para todos los que creen en Èl. La oscuridad del sepulcro fue solo testigo de lo que pasò en aquellas primeras horas del dìa antes de que el sol saliera. Un nuevo Sol ya habìa hecho amanecer para toda la eternidad, un Sol que no tendrà ocaso y que alumbrarà por siempre sobre la nueva Jerusalem.
LA ANUNCIACIÒN
LA PASCUA JUDÍA
El hombre en la Biblia habìa creado con libertad, una libertad que correspondía con su estatus de hijo de Dios. La primera relación del hombre con Dios era de padre e hijo, pero la búsqueda del hombre por usurpar el puesto de Dios como Padre, o la búsqueda de la muerte del Padre para apoderarse del poder, le hizo querer ser como Dios, pero el hombre no apreciò lo que tenìa y buscò liberarse de Èl. Fue seducido por algo apetecible a la vista, bueno para adquirir sabiduría y para comer, lo cual hizo del hombre un esclavo.
Como no podìa tomar un poder que lo superará, se apoderò de aquello que le quedaba màs a la mano, lo material, y con su explotaciòn no solo se esclavizò a sí mismo, sino que esclavizò a los otros humanos, se convirtiò de forma mezquina en amo y rompió toda relación de paternidad con Dios. Sin embargo, Dios tiene una forma extraña de obrar y busca liberar a este hombre porque reconoce en èl Su imagen y entabla una nueva relación. Dios escoge un pueblo como suyo, Su ùnica propiedad, aquel que tiene que ser reflejo de su Rostro, un pueblo libre, donde no hay esclavos ni vasallos, Israel; pero, por varias circunstancias, termina siendo esclavos de los egipcios, subyugado por un faraón con atributos divinos al que se le rendía pleitesía. El Dios de Israel toma partido, escucha el clamor de su pueblo y decide liberarlo; lo saca de la oscuridad de la esclavitud a la luz de la libertad de los hijos de Dios. Esta es la pascua, el paso del Señor en medio de su pueblo.
El hombre es un ser caprichoso y muchas veces cobarde, y no hay nadie màs cobarde que aquel que usurpan el poder de otro, o que le atribuye algo que no ha dicho. En el mundo no hay nada màs esclavizante que una religión que coloque condiciones en la relación con Dios. Èl quiere a los hombres libres. Si habìa buscado que Israel fuera luz para las naciones, esa luz tenìa que alumbrar a la humanidad entera.
Las muchas tradiciones y leyes de Israel habían ahogado la experiencia de filiación; el pueblo no se acobarda de los huérfanos y las viudas, y muchos eran pobres, hombres y mujeres esclavizados por los impuestos, las políticas y las economías extorsivas. Ellos tenìan que ser liberados para que Dios tomara partido por su pueblo y por toda la humanidad esclavizada. Su paso por medio de la humanidad serà desde la misma debilidad humana: Asume nuestra naturaleza para liberarla del pecado, porque lo que no se asume no se redime, lo que no se siente no se vive ni se recuerda. su paso por medio de nosotros lo vemos en Jesùs de Nazaret. Èl es el Camino, y la Verdad y la Vida. Con su Pasión, muerte y Resurrección ha decidido permanecer con nosotros, La Pascua cristiana, así se conmemore por un tiempo cada año, es para siempre.
Las características mejor detalladas que nos presentan los Evangelios de Jesùs son su vida, sus gestos y sus palabras. Èl actuò y viviò como resucitado, no esperò para vivirlo después del tránsito de la muerte, no esperò para vivirlo después del trànsito de la muerte; lo mismo tiene que suceder con la Iglesia, impulsada por el Espíritu Santo, tiene que vivir con la esperanza del triunfo sobre los poderes esclavizantes de este mundo. Su liturgia y su sacramentos no alimentan una vida que termina en la muerte, sino que tienen la semilla de la eternidad. El Reino de Dios ya ha comenzado y està en medio de nosotros; somos primicia de resurrección porque ya no somos esclavos, sino hombres y mujeres libres, hijos de Dios.
Nuestro actuar debe ser un actuar en la verdad, para el reino, para la vida y para la eternidad. Una señal de resurrección es cuando dicen de la Iglesia ''miren como se aman'', una señal de la Pascua definitiva es que no habite el temor en el amor, porque el amor lo aguanta todo, lo soporta todo y lo espera todo.
LA ANUNCIACIÒN
En el tiempo de Dios, y no en el de los hombres, el Señor comienza una relación nueva con la humanidad; Èl rompe todas las lògicas humanas y se hace carne como nosotros. Esta afirmación, inigualable en otras religiones, es posible en la espiritualidad cristiana. Dios ha tomado forma en el seno de una virgen, se ha humanizado y se ha introducido como hombre en la historia en Jesùs de Nazaret, el hijo de una humilde aldeana llamada Marìa y de un hombre carpintero llamada Josè.
MARIA, LA MUJER DE LA PASCUA
En este tiempo pascual en el que conmemoramos la Anunciación, nos damos cuenta de que la Pascua de Jesùs no solo fue su Resurrecciòn después de la muerte, sino que toda su vida fue una pascua. Es interesante ver que en la Anunciaciòn, Dios, en la boca del àngel, le pide a la criatura permiso para ser engendrado y hacerse hombre. Su proyecto supera al hombre, lo eleva por encima de los àngeles y le concede el poder de decidir. Eso nos dice que el Dios cristiano y manifestado en Jesùs no se impone a la fuerza; Èl se da conocer por su bondad y misericordia.
El encuentro de Marìa con el àngel no podemos describirlo. El Espíritu de Dios permanece en Ella porque serà la llena de gracia por todas las generaciones. En la Virgen se da el primer Pentecostès; su seno es el inicio de una Pascua verdadera y duradera hasta la eternidad. Su ''Sì'' no es solo de la Madre de Dios, sino de toda la Iglesia, que se ha alegrado con la venida del Espíritu Santo sobre Ella y que lo harà con los apóstoles en Pentecostès. Si Maria con la encarnación del Verbo se vuelve mensajera de alegría para Isabel, la Iglesia, con la Pascua, se llena de alegría y habla en lenguas para dar a conocer la noticia de la resurrección de Cristo a toda la creaciòn. La celebraciòn de la Anunciación en la Pascua es el reconocimiento por parte de la Iglesia de que toda la vida de Cristo es Pascua.
Marìa ha sido presentada de muchas maneras a lo largo de la historia de la Iglesia. Ella, con su simplicidad, ha generado polèmicas, pero las afirmaciones que hace en la Anunciación la convierten en la primera mujer libre y verdadera discípula: ya que su maternidad es el producto de la nueva creaciòn.
Marìa enseña a la Iglesia su libertad, ora en el silencio esperando que lo que se realizó en Ella, con la venida del Espíritu Santo, toque a los creyentes. Su oraciòn es apertura a Dios, es certeza de realizaciòn y es firmeza en la fe. A semejanza de Marìa, la Iglesia tiene que ser libre para proclamar sin tapujos que Jesùs es luz, primera Obra de la nueva creaciòn; que en su seno se da la libertad verdadera porque somos herederos de la promesa dadas por Dios, y que el 'Sí' de Marìa, y la vivencia total de la Palabra hecha carne, se transforma y se hace Camino, Verdad y Vida para toda la humanidad.
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