jueves, 12 de enero de 2017

EL BAUTISMO DEL SEÑOR

EL COMIENZO DE SU MISTERIO Y EL INICIO DE NUESTRA MISIÓN 






'' Conviértanse y que cada uno de ustedes se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para perdòn de sus pecados y para que reciban el don del Espíritu Santo''. (Hechos 2,38)



Enero es un mes particular: aun se siente el ruido y el festejo de la Navidad, pero tambièn supone un examen de conciencia para proyectar la vida en el tiempo que vendrà. Asì, se plantean metas y propósitos para crecer en todas las dimensiones de nuestra vida. si recordamos la liturgia del mes pasado, ¿nos hemos propuesto metas en la fe o solo aspiramos a realidades materiales? El Bautismo del Señor es la oportunidad precisa para que hagamos una pausa en el camino, reflexionemos y encaminemos nuestro ser segùn el querer de Dios.


Por tradiciòn y por gracia de Dios, muchos de nosotros fuimos bautizados siendo niños y crecimos escuchando el nombre del Señor, pero los tiempos han cambiado, y ahora muchos de nosotros, que nos llamamos creyentes, no pedimos para nuestros hijos este sacramento, sino que esperamos que crezcan para que ellos decidan. La fe no se debe imponer, eso es muy cierto, pero necesita ser sembrada y cultivada con amor, oraciòn y testimonio. Si no se trabaja con los niños desde el principio, cuando sean adultos no sabràn qué camino seguir.




El Bautismo del Señor es el testimonio perfecto de lo que el acompañamiento y el testimonio de los padres y familiares logran en un hijo: Jesùs naciò en un hogar compuesto por una madre consagrada, de fe profunda y mucha oraciòn, y por un padre trabajador, justo y paciente. Estos elementos le ayudaron al Señor a crecer y a formarse, hasta el punto de '' pasar por el càliz amargo de la cruz'', con tal de cumplir la voluntad del Padre. ¿ Què tiene que ver esto con el Bautismo del Señor y con el nuestro? Los textos de esta fiesta dan respuesta.

La fiesta del Bautismo es la prolongaciòn de la Epifanía (revelaciòn a los sabios de oriente y a los pastores humildes), que en esta ocasiòn reconocen a Jesùs como el Hijo amado de Dios a quien se debe escuchar, Por tanto, el Bautismo que recibimos en el nombre del Señor, o que pedimos para nuestros hijos, no es un rito sin sentido, sino que Dios a quienes Èl envìa para proclamar su mensaje de salvación en favor de la verdad y la justicia.



Después del Bautismo, el Señor comenzò su vida o ministerio pùblico, y asì como Èl nosotros debemos hacer lo mismo: tomar conciencia de lo que hemos recibido y comprometernos con el Evangelio hasta el final. Jesùs se Bautizò y llamò a doce hombres para que lo siguieran, les comunicò la fe con sus palabras y obras. A su imagen debemos obrar nosotros con nuestros hijos.


El Bautismo del Señor es la celebraciòn que marca la clausura del tiempo de Navidad y da la entrada al Tiempo Ordinario, es decir, el paso del tiempo de nacimiento, crecimiento y formaciòn, al del compromiso absoluto con la causa del Reino. Es una prefiguraciòn de lo que debe ser la vida cristiana que inicia con el Bautismo. Dice el Directorio Homilètico:



'' El Bautismo de Jesùs es modelo tambièn para el nuestro, En el Bautismo descendemos con Cristo a las aguas de la muerte, donde son lavados nuestros pecados. Y después de habernos sumergido con  Èl , con  Èl salimos de las aguas y oìmos, fuerte y potente, la voz del Padre que, dirigida tambièn a nosotros en lo profundo de nuestros corazones, pronuncia un nombre nuevo para cada uno de nosotros: '¡Amado! Mi predilecto'. Sentimos este nombre como nuestro, no en virtud de las buenas obras que hemos realizado, sino porque Cristo, en su amor sin lìmites, ha deseado intensamente compartir con nosotros su relaciòn con el Padre''. (n.137).






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