CON OCASIÓN A LA VIDA CONSAGRADA
'' La pregunta que hemos de plantearnos en este año es sí, y cómo, nos dejamos interpelar por el Evangelio; si este es realmente el vademécum para la vida cotidiana y para las opciones que estamos llamados a tomar''.
Papa Francisco
El Año de la Vida Consagrada, como lo dice el Papa Francisco, es una llamada para que los religiosos y todo el pueblo cristiano con ellos, confronten su vida con el Evangelio de Jesucristo, de manera que puedan recuperar virtudes perdidas, purificar su vida presente y proyectar un adecuado servicio pastoral. Se trata, por lo tanto, de una oportunidad para redescubrir, valorar y potenciar los distintos carismas que han dado origen a las distintas Familias Religiosas, de manera que puedan con una fuerza renovada, responder a las exigencias del mundo moderno. Este Año, es remembrado con motivo del quincuagésimo aniversario de la Constitución Dogmática Lumen Gentium y del decreto Perfectae Caritatis. Para esta celebración se dispone el tiempo del 30 de noviembre de 2014 al 2 de febrero de 2016.
Objetivos para el Año de la Vida Consagrada
Hermanos, Dios es quien nos llama a seguirlo en su Iglesia, para que demos testimonio al mundo de su amor. en lo que se refiere a la Vida Consagrada, este llamado se realiza hacia un carisma particular (educación, pastoral juvenil, etc), al interior de una familia religiosa y para responder al mundo de hoy, debe plantearse tres objetivos:
1. Mirar el pasado con gratitud
Toda familia religiosa lleva en su vida, en su memoria y en sus instituciones, una larga y rica tradición, que le ha asegurado su permanencia en la historia. Sin embargo, no se puede pensar en una renuncia radical a su pasado, pues perdería su identidad, como tampoco se puede plantear el aislamiento que no admite reformas. La historia da identidad, por eso se llama a los consagrados a mirar con amor su pasado, volviendo a la pureza del carisma, para que puedan como sus santos fundadores, dar una respuesta evangélica al mundo (n.1).
2. Vivir el presente con pasión
Los consagrados no pueden vivir anquilosados en el pasado o con su vida puesta en un futuro lejano. Ellos tienen que ser aquí y ahora sal de la tierra y luz del mundo, fermento de una nueva sociedad. Para esto, Se pide a las familias religiosas que purifiquen sus tradiciones e instituciones, de manera que todo en ellas comunique lo esencial de su carisma, recordando que el carisma fundamental de todo cristiano es el amor a Jesucristo. De esta fidelidad a Dios se desprende una fidelidad a los hermanos, quienes con nosotros, caminan al encuentro del Padre (n.2).
Dios promete (Jeremías 1, 8) y Él cumple (Lucas 1, 37) ; por lo tanto, si nuestros fundadores aceptaron una promesa de Dios y lo siguieron con generosidad, los religiosos que se acojan con fidelidad a ese carisma no serán defraudados. Desde esta perspectiva, un religioso que ame su carisma, a la Iglesia y al mundo, no podrá ser profeta de catástrofes, sino que deberá ser de un propagador de un '' cielo nuevo y de una tierra nueva''. el religioso debe ser fermento de una nueva sociedad, donde reine Dios y se trabaje por su reino. Un religioso apasionado por su carisma no se dejará vencer por las dificultades, sino que será signo de esperanza en un mundo cada vez más oscuro ( n.3).
''Estamos llamados a experimentar y demostrar que Dios es capaz de colmar nuestros corazones y hacernos felices, sin necesidad de buscar nuestra felicidad en otro lado''. El Papa Francisco es enfático en decir que un consagrado debe inundar el mundo de alegría y del amor del Evangelio, Es a ellos a quien, con prioridad, se debe llevar el amor incondicional de Dios. No se puede olvidar que el llamado de Jesús es a ir a las ''periferias existenciales'', donde no solo está el pobre, sino también el abandonado, el triste, el excluido, etc. Esta vocación '' al amor y a la alegría evangélica'', no se puede realizar de forma solitaria ni aislada, sino que compromete a toda la Iglesia; por lo tanto, los religiosos deben trabajar unidos con sus hermanos y con las demás familias religiosas, por el cambio del mundo, de la Iglesia y de su propia vida.
El Año de la Vida Consagrada espera, por lo tanto, que los religiosos abran su vida al encuentro con el otro, es decir, con el mundo y con la Iglesia. No se puede comprender una vida religiosa que se olvide del mundo, de la Iglesia o del que sufre. El amor de Dios, de cual son testigos los religiosos, está ahí donde el ser humano necesita guía, ayuda y fortaleza.
En este pequeño capítulo se recoge mucho de lo ya expuesto, haciendo énfasis en que los consagrados no son ''ruedas sueltas'' sino que hacen parte de la Iglesia y deben trabajar por la transformación del mundo. Desde esta perspectiva, el Papa invita a todas las familias religiosas a que fomenten diálogo interreligioso, el ecumenismo y el trabajo conjunto con todas las comunidades de la Iglesia, para la construcción de un mundo más humano y más fraterno. La vida religiosa no puede ser, en ese sentido, un medio de división para el mundo, sino que debe trabajar por su unidad y reconstrucción, mostrando en todo momento y en todo lugar, la alegría de ser cristiano.
Terminada esta síntesis de la carta del Papa, queremos recordar el compromiso que cada uno de nosotros, por nuestro Bautismo, tiene la Iglesia y hacia el mundo, asumiendo que la oración y el apoyo constantes, no solo tienen razón de ser en nuestro propio beneficio, sino para el de toda la Iglesia y el de la familia humana. Que este Año de la Vida Consagrada nos permita, como lo recalca el documento, crecer en unidad y comunión, para que todos, como pueblo de Dios, nos dirijamos a su Presencia.
3. Abrazar al futuro con esperanza
Dios promete (Jeremías 1, 8) y Él cumple (Lucas 1, 37) ; por lo tanto, si nuestros fundadores aceptaron una promesa de Dios y lo siguieron con generosidad, los religiosos que se acojan con fidelidad a ese carisma no serán defraudados. Desde esta perspectiva, un religioso que ame su carisma, a la Iglesia y al mundo, no podrá ser profeta de catástrofes, sino que deberá ser de un propagador de un '' cielo nuevo y de una tierra nueva''. el religioso debe ser fermento de una nueva sociedad, donde reine Dios y se trabaje por su reino. Un religioso apasionado por su carisma no se dejará vencer por las dificultades, sino que será signo de esperanza en un mundo cada vez más oscuro ( n.3).
Expectativas para el Año de la Vida Consagrada
''Estamos llamados a experimentar y demostrar que Dios es capaz de colmar nuestros corazones y hacernos felices, sin necesidad de buscar nuestra felicidad en otro lado''. El Papa Francisco es enfático en decir que un consagrado debe inundar el mundo de alegría y del amor del Evangelio, Es a ellos a quien, con prioridad, se debe llevar el amor incondicional de Dios. No se puede olvidar que el llamado de Jesús es a ir a las ''periferias existenciales'', donde no solo está el pobre, sino también el abandonado, el triste, el excluido, etc. Esta vocación '' al amor y a la alegría evangélica'', no se puede realizar de forma solitaria ni aislada, sino que compromete a toda la Iglesia; por lo tanto, los religiosos deben trabajar unidos con sus hermanos y con las demás familias religiosas, por el cambio del mundo, de la Iglesia y de su propia vida.
El Año de la Vida Consagrada espera, por lo tanto, que los religiosos abran su vida al encuentro con el otro, es decir, con el mundo y con la Iglesia. No se puede comprender una vida religiosa que se olvide del mundo, de la Iglesia o del que sufre. El amor de Dios, de cual son testigos los religiosos, está ahí donde el ser humano necesita guía, ayuda y fortaleza.
Horizontes del Año de la Vida Consagrada
En este pequeño capítulo se recoge mucho de lo ya expuesto, haciendo énfasis en que los consagrados no son ''ruedas sueltas'' sino que hacen parte de la Iglesia y deben trabajar por la transformación del mundo. Desde esta perspectiva, el Papa invita a todas las familias religiosas a que fomenten diálogo interreligioso, el ecumenismo y el trabajo conjunto con todas las comunidades de la Iglesia, para la construcción de un mundo más humano y más fraterno. La vida religiosa no puede ser, en ese sentido, un medio de división para el mundo, sino que debe trabajar por su unidad y reconstrucción, mostrando en todo momento y en todo lugar, la alegría de ser cristiano.
Terminada esta síntesis de la carta del Papa, queremos recordar el compromiso que cada uno de nosotros, por nuestro Bautismo, tiene la Iglesia y hacia el mundo, asumiendo que la oración y el apoyo constantes, no solo tienen razón de ser en nuestro propio beneficio, sino para el de toda la Iglesia y el de la familia humana. Que este Año de la Vida Consagrada nos permita, como lo recalca el documento, crecer en unidad y comunión, para que todos, como pueblo de Dios, nos dirijamos a su Presencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario