Juan
Diego Cuauhtlatoatzin
Biografía
Juan Diego era de la etnia
indígena de los chichimecas. Nació el 5 de abril o mayo de 1474 en Cuautitlán,
en el barrio de Tlayácac, región que pertenecía al reino de Texcoco; fue
bautizado por los primeros misioneros franciscanos en torno al año de 1524.
Juan Diego era un hombre
considerado piadoso por los franciscanos y agustinos asentados en Tlatelolco,
donde aún no había convento, sino lo que se conoce como doctrina, donde se
oficiaba misa y se catequizaba. Juan Diego hacía un gran esfuerzo al
trasladarse cada semana saliendo «muy temprano del pueblo de Tulpetlac, que era
donde en ese momento vivía, y caminar hacia el sur hasta bordear el cerro del
Tepeyac».
De acuerdo con la tradición,
el sábado 9 de diciembre de 1531, (a sus ya 57 años de edad) muy de mañana en
el cerro del Tepeyac escuchó el cantar del pájaro mexicano tzinitzcan,
anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe. Ella se le apareció cuatro
veces entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 y le encomendó decir al entonces
obispo, fray Juan de Zumárraga, que en ese lugar quería que se edificara un
templo. La Virgen de Guadalupe le ordenó a Juan Diego que cortara unas rosas
que misteriosamente acababan de florecer en lo alto del cerro para llevarlas al
obispo Zumárraga en su ayate. La tradición refiere que cuando Juan Diego mostró
al obispo las hermosas flores durante un helado invierno se apareció
milagrosamente la imagen de la Virgen, llamada más tarde Guadalupe por los
españoles, impresa en el ayate. El prelado -que en sus escritos no dejó
constancia alguna de ninguno de los hechos- ordenó la construcción de una
ermita donde Juan Diego Cuauhtlatoatzin viviría por el resto de sus días
custodiando el ayate (actual capilla de indígenas).
Según lo escrito por Luis
Lasso de la Vega, fue así que en 1531, diez años después de la conquista de
Tenochtitlan, Juan Diego presenció la aparición de la Virgen, cuando tenía
cerca de 57 años y narró los acontecimientos a don Antonio Valeriano de
Azcapotzalco un indígena letrado por conventos jesuitas en la crónica del Nican
Mopohua.
Murió en la Ciudad de México
en el año 15482 a la edad de 74 años en la fecha atribuida del 30 de mayo.
Fue beatificado (junto a San
José María Yermo y Parres y los beatos Niños Mártires de Tlaxcala) en la
Basílica de Guadalupe de la Ciudad de México el 6 de mayo de 1990, durante el
segundo viaje apostólico a México del papa Juan Pablo II. Finalmente fue
canonizado en 2002 por el mismo Juan Pablo II y la Iglesia católica celebra su
festividad el día 9 de diciembre.
Nuestra
Señora de Guadalupe (México)
Nuestra
Señora de Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya
imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el
norte de la ciudad de México.
De
acuerdo a la tradición oral mexicana, y los múltiples documentos históricos
encontrados alrededor del mundo en distintos archivos, la Virgen María se
apareció en cuatro ocasiones a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del
Tepeyac, y una quinta ocasión en el pueblo de Santa María, Tulpetlac en el
Estado de México en la cual dio la salud a Juan Bernardino. El relato
guadalupano conocido como Nican mopohua, tras la primera aparición, la Virgen
ordenó a Juan Diego que se presentara ante el primer obispo de México, Juan de
Zumárraga. Juan Diego en la última aparición de la Virgen llevó en su ayate
unas rosas ―flores que no son nativas de México y que tampoco prosperan en la
aridez del territorio― que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen.
Juan Diego desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al
descubierto la imagen de la Virgen María, morena y con rasgos mestizos.
Las
mariofanías tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de diciembre de
ese mismo año. La fuente más importante que las relata fue el mismo Juan Diego
que habría contado todo lo que había acontecido. Posteriormente esta tradición
oral fue recogida en un escrito con sonido náhuatl pero con caracteres latinos
(técnica que ningún español sabía hacer y que solo muy rara vez usaban los
indígenas); este escrito es llamado el Nican mopohua, y es atribuido al
indígena Antonio Valeriano (1522-1605). Posteriormente en 1648 es publicado el
libro Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe por el presbítero
Miguel Sánchez, contribuyendo a recopilar todo lo que los indígenas sabían
acerca de la devoción guadalupana.
Historia en la Iglesia
católica
Según
la tradición católica, el santo Juan Diego Cuauhtlatoatzin nació en 1474 en
Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los
chichimecas. Su nombre era Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna
significaba ‘águila que habla’, o ‘el que habla con un águila’.
Ya
adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los padres franciscanos ―llegados
a México en 1524―, recibió el bautismo, donde recibió el nombre de Juan Diego,
y su esposa se llamó María Lucía. Se celebró también el matrimonio cristiano.
Su esposa falleció en 1529.
El
sábado 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un
lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de la Virgen María, que se le
presentó como «la perfecta siempre virgen santa María, madre del verdadero
Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al obispo capitalino ―el
franciscano Juan de Zumárraga― la construcción de una iglesia en el lugar de la
aparición. Como el obispo no aceptó la idea, la Virgen le pidió que insistiese.
Al día siguiente, domingo, Cuauhtlatoatzin volvió a encontrar al prelado, quien
lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en
confirmación del prodigio.
El
12 de diciembre de 1531, mientras Cuauhtlatoatzin se dirigía de nuevo a la
ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir
hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella.
No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar, Cuauhtlatoatzin
encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y
se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al obispo como prueba de
veracidad. Una vez ante el obispo el santo abrió su «tilma» y dejó caer las
flores mientras que en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen
de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón
espiritual de la Iglesia en México.
El
santo, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó a los
suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del obispo, pasó a
vivir en una pobre casa junto al templo de la «Señora del Cielo». Su
preocupación era la LIMPIEZA de la capilla y la acogida de los peregrinos que
visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en basílica, símbolo elocuente
de la devoción mariana de los mexicanos a la Virgen de Guadalupe.
Juan
Diego Cuauhtlatoatzin, laico fiel a la gracia divina, gozó de tan alta estima
entre sus contemporáneos que estos acostumbraban decir a sus hijos: «Que Dios
os haga como Juan Diego».
Cuauhtlatoatzin
murió en 1548, con fama de santidad. Su memoria, siempre unida al hecho de la
aparición de la Virgen de Guadalupe, atravesó los siglos, alcanzando la entera
América, Europa y Asia.
El
9 de abril de 1990, en Roma, ante el papa Juan Pablo II fue promulgado el
decreto De vitae sanctitate et de cultu ab immemorabili tempore Servo Dei
Ioanni Didaco praestito.
El
6 de mayo de 1990, en la Basílica de Guadalupe (México), Juan Pablo II presidió
la solemne beatificación de Cuauhtlatoatzin. En la homilía, el papa indicó cómo
«las noticias que de él nos han llegado elogian sus virtudes cristianas: su fe
simple [...], su confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia
moral, su desprendimiento y su pobreza evangélica. Llevando una vida de eremita,
aquí cerca de Tepeyac, fue ejemplo de humildad».3 Juan Pablo II tituló a Juan
Diego Cuauhtlatoatzin «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac»―3
El
miércoles 31 de julio de 2002, Juan Diego Cuauhtlatoatzin fue canonizado por el
propio Juan Pablo II en una celebración realizada en la ciudad de México,
durante uno de sus viajes apostólicos.
Origen del culto a la Virgen de
Guadalupe en el Tepeyac
Desde
la época prehispánica, el Tepeyac había sido un centro de devoción religiosa
para los habitantes del valle de México. En esta eminencia geográfica
localizada en lo que fuera la ribera occidental del lago de Texcoco se
encontraba el santuario más importante de la divinidad nahua de la tierra y la
fertilidad. Esta diosa era llamada Coatlicue (cóatl-cuéitl, ‘señora de la falda
de serpientes’, en náhuatl), que por otros nombres también fue conocida como
Teteoinan (téotl-nan, ‘dios madre’, o madre de los dioses, en náhuatl) o
Tonantzin (to-nan-tzin, ‘nuestra adorable madrecita’, en náhuatl). El templo de
Tonantzin Coatlicue fue destruido completamente como resultado de la Conquista.
Conocedores
de la importancia religiosa del santuario indígena del Tepeyac, los
franciscanos decidieron mantener en el lugar una pequeña ermita. La decisión de
mantener una ermita ocurrió en el marco de una intensa campaña de destrucción
de las imágenes de los dioses mesoamericanos, a los que se veía como una
amenaza para la cristianización de los indígenas.73 Uno de los primeros
registros sobre la existencia de la ermita corresponde a la década de 1530. Los
indígenas se dirigían al lugar siguiendo la tradición prehispánica. Dos décadas
más tarde, no solo los indígenas acudían a la ermita del Tepeyac a venerar ―según
documentos de la época― la imagen aparecida de la Virgen María. En efecto, a
mediados del siglo XVI, la devoción hacia la imagen se había extendido entre
los criollos.
La
tradición católica cree que la aparición de la imagen de la Virgen de Guadalupe
fue en el año 1531, diez años después de la caída de México-Tenochtitlan en
manos de los españoles. Esta fecha aparece registrada en el Nican mopohua, uno
de los capítulos que integran el Huei tlamahuizoltica, obra en lengua náhuatl
escrita por Luis Lasso de la Vega y que la tradición atribuyó al indígena Antonio
Valeriano.
En
1555, Montúfar ordenó la remodelación de la ermita y la confió al clero
secular. Los primeros registros de la aparición de la imagen mariana en la
ermita corresponden precisamente a los años de 1555 y 1556. Entre otros
testimonios tempranos del suceso se encuentran los Diarios de Juan Bautista y
los Anales de México y sus alrededores. El primer documento afirma que «en el
año de 1555 fue cuando se apareció Santa María de Guadalupe, allá en
Tepeyacac», mientras que los Anales ubican el suceso un año más tarde: «1556
XII Pedernal: descendió la Señora a Tepeyácac; en el mismo tiempo humeó la
estrella».77 En el siglo XVII, el chalca Domingo Francisco Chimalpahin
Quauhtlehuanitzin recogería los primeros documentos en sus Relaciones de Chalco
Amaquemecan, en los cuales ubica el suceso en 1556:
Año
12-Pedernal, 1556 años. Iba quedando bien doblado y fuerte el muro de piedra
que daría la vuelta a toda la ciudad de México. Para la obra hicieron reunir a
toda la gente de todos los pueblos del rumbo, por orden de los jefes y según
disposiciones de don Luis de Velasco, Visurrey. Así pudo terminarse la muralla.
También entonces ocurrió la aparición, dicho sea con respeto, de nuestra
querida madre, santa María de Guadalupe en el Tepeyácac.
Imagen original en la
Nueva Basílica del Tepeyac.
Al
fortalecimiento del culto a la Virgen del Tepeyac contribuyó de manera decisiva
la realización del Primer Concilio mexicano, que se celebró en la Ciudad de
México entre el 29 de junio y el 7 de noviembre de 1555. El concilio fue
organizado por el arzobispo Alonso de Montúfar y reunió a numerosos
representantes de las órdenes monásticas de la Nueva España, entre ellos al
franciscano Pedro de Gante; así como a los obispos Martín Sarmiento de
Hojacastro (Tlaxcala), Tomás de Casillas (Chiapas), Juan López de Zárate
(Oaxaca) y Vasco de Quiroga (Michoacán). Entre otras cosas, el Primer Concilio
de la Iglesia novohispana resolvió reglamentar la manufactura de las imágenes
religiosas, especialmente las realizadas por los indígenas. También se decidió
favorecer el culto a los santos patrones de cada pueblo y todas las
advocaciones marianas.
Desde
la llegada de los franciscanos a México en 1524, los indígenas fueron
instruidos en la pintura y se les permitió la producción de imágenes
religiosas.[cita requerida] De modo que cuando el Primer Concilio mexicano se
pronunció a favor de acabar con las «abusiones de pinturas e indecencia de
imágenes» producidas por los indígenas que «no saben pintar ni entienden bien
lo que hacen»,81 en realidad estaba atacando la obra de los misioneros
franciscanos representados por Pedro de Gante.[cita requerida] El
enfrentamiento sobre la producción de las imágenes religiosas y su papel en la
cristianización de los indígenas era también el reflejo de los desencuentros
entre el arzobispo de México y los franciscanos en lo referente al culto de la
Virgen del Tepeyac. El 6 de septiembre de 1556, Montúfar predicó una homilía en
la cual se pronunciaba partidario de la promoción del culto a la Guadalupana
entre los indígenas.82 El 8 de septiembre de ese mismo año (1556), el arzobispo
obtuvo una respuesta sumamente crítica por parte de los franciscanos en boca de
Francisco de Bustamante.83 La labor de la Orden Franciscana en la
cristianización de América había estado imbuida por la filosofía erasmiana que
rechazaba la veneración de las imágenes, de modo que cuando Montúfar se mostró
favorable a difundir el culto de la imagen del Tepeyac lo que obtuvo en
respuesta de Bustamante fue que el culto Guadalupano era idolátrico acusando a
Montúfar de ser divulgador de los supuestos milagros de la imagen y el santuario.
La
disputa entre los franciscanos y el arzobispado de México se resolvió en favor
de este último. Para ello, Montúfar y sus partidarios tuvieron que moderar su
discurso sobre la índole del culto a la Virgen de Guadalupe, aproximándose
aparentemente a los preceptos defendidos por los franciscanos.86
La
promoción oficial del culto guadalupano por parte de la Iglesia novohispana se
inscribe en un proceso más amplio en el que la perspectiva humanista de los
franciscanos y su obra misional fue sustituida por los preceptos adoptados
oficialmente por medio de las resoluciones del Concilio de Trento. De acuerdo
con estas, la Iglesia debería promover y conservar el culto a las imágenes de
Cristo, la Virgen y todos los santos, en una clara reacción contra la
iconoclastia protestante que prosperaba en el norte de Europa.87
Bernardino
de Sahagún (1499-1590), gran conocedor de la cultura y lengua de los nahuas,
fue uno de los críticos al culto en Tepeyac y el uso del nombre de Tonantzin
para llamar a Nuestra Señora de Guadalupe durante el siglo XVI.
De
modo pragmático, el arzobispado de México hizo caso omiso de las advertencias
vertidas por los franciscanos sobre la confusión que podía generar el culto de
la imagen del Tepeyac entre los recién cristianizados indígenas del centro de
México.
En
la misma línea Bernardino de Sahagún (1499-1590) expresa su preocupación que
podría generar el culto en Tepeyac y el uso del nombre Tonantzin para llamar a
"Nuestra Señora de Guadalupe":
Cerca
de los montes hay tres o cuatro lugares donde solían hacer muy solemnes
sacrificios, y que venían a ellos de muy lejanas tierras. El uno de estos es
aquí en México, donde está un montecillo que se llama Tepeacac, y los españoles
llaman Tepeaquilla y ahora se llama Nuestra Señora de Guadalupe; en este lugar
tenían un templo dedicado a la madre de los dioses que llamaban Tonantzin, que
quiere decir Nuestra Madre. Allí hacían muchos sacrificios a honra de esta
diosa, y venían a ellos de muy lejanas tierras, de más de veinte leguas de
todas estas comarcas de México, y traían muchas ofrendas: venían hombres y
mujeres y mozos y mozas.
Era
grande el concurso de gente en estos días; y todos decían «vamos a la fiesta de
Tonantzin»; y ahora que está allí edificada la iglesia de Nuestra Señora de
Guadalupe, también la llaman Tonantzin tomada ocasión de los predicadores que a
Nuestra Señora la Madre de Dios la llaman Tonantzin. De dónde haya nacido esta
fundación de esta Tonantzin no se sabe de cierto, pero esto sabemos de cierto:
que el vocablo significa de su primera imposición a aquella Tonantzin antigua,
y es cosa que se deberá remediar porque el propio nombre de la Madre de Dios,
Señora nuestra, no es Tonantzin sino Dios y Nantzin. Parece esta invención
satánica para paliar la idolatría debajo la equivocación de este nombre
Tonantzin y vienen ahora a visitar a esta Tonantzin de muy lejos, tan lejos
como de antes, la cual devoción también es sospechosa, porque en todas partes
hay muchas iglesias de Nuestra Señora, y no van a ellas, y vienen de lejanas
tierras a esta Tonantzin como antiguamente.
Debate
histórico y controversias
La historicidad de la
aparición ha sido controvertida desde las primeras publicaciones del suceso en
1647, y una considerable cantidad de literatura ha sido publicada discutiendo
los problemas que surgen cuando se intenta entender la aparición como un
acontecimiento históricamente certero.
Fray Juan de Zumárraga
(1468-1548) vivió muchos años, y se conservan de él muchas cartas y notas, y un
catecismo ―llamado Regla cristiana― editado (corregido y censurado) por él.
Pero en ninguno de estos textos menciona haber sido testigo del milagro que le
adjudicarían más de un siglo más tarde. Por el contrario, dentro del catecismo ―que
fue publicado en Nueva España antes de su muerte―, se pregunta lo siguiente:
«¿Por qué ya no ocurren
milagros?».
La respuesta es: «Porque
piensa el Redentor del mundo que ya no son menester».
Dos apologistas guadalupanos ―Primo
Feliciano Velázquez y Fortino Hipólito Vera ― sostuvieron que se refiere a que
el Redentor ya no realiza milagros «pedidos por curiosidad», además que el
texto no lo escribió Zumárraga, sino solamente lo aprobó como autoridad
religiosa, y que, por último, es imposible que Zumárraga negara los milagros
que santos medievales y renacentistas habían llevado a cabo según la tradición
cristiana.
Tan pronto como en 1556,
Francisco de Bustamante, dirigente de los franciscanos en la colonia, pronunció
un sermón ante el virrey y los miembros de la Real Audiencia. En ese sermón
desacreditó los orígenes sagrados de la imagen. Contradiciendo el sermón que el
arzobispo Alonso de Montúfar predicara dos días antes, Bustamante indicó:
La devoción que ha estado
creciendo en nuestra iglesia dedicada a Nuestra Señora, llamada de Guadalupe,
en la ciudad es gravemente perjudicial para los nativos, porque les hace creer
que la imagen pintada por Marcos el indio es milagrosa.
Padre Francisco de Bustamante,
sermón del 8 de septiembre de 1556, en el texto Informaciones de 1556.
sin embargo, "si Marcos la hizo, la hizo sin hacer un
boceto preliminar -. En sí mismo un procedimiento casi milagroso [...] El bien
pudo haberle echado una mano restaurando la imagen, pero sólo restaurando las
adiciones, como el ángel y la luna a los pies de la Virgen ", afirma el
profesor Jody Brant Smith (en referencia al examen de Philip Serna Callahan a
la tilma utilizando cámara infrarroja en 1979).
El misionero y lingüista Bernardino de Sahagún (1499-1590)
escribió que el santuario del Tepeyac era extremadamente popular pero
preocupante, porque ahora que estaba allí edificada la iglesia de Nuestra
Señora de Guadalupe también llamaban a Nuestra Señora con el nombre de
Tonantzin. Sahagún dijo que los adoradores afirmaban que en náhuatl Tonantzin
significaba ‘madre de Dios’ ―pero él los refutó diciendo que «madre de Dios» en
náhuatl sería Dios y nantzin. Sahagún, al escribir sobre la devoción del
Tepeyac en su libro Historia general de las cosas de Nueva España, dijo que el
origen del culto a Tonantzin «no se sabía de cierto».
El historiador del siglo XIX Joaquín García Icazbalceta ―especialista
en fray Juan de Zumárraga― negó la historia de la aparición e indicó en un
informe confidencial al arzobispo Labastida, en 1883, que nunca existió tal
persona llamada Juan Diego Cuauhtlatoatzin.
Varios escritores, entre historiadores, eruditos y
religiosos se encargaron de responder a la afirmación de Icazbalceta mostrando
documentación como el testamento de la hija de Juan García Martín, documento
del siglo XVI que menciona a Juan Diego, por su nombre, y argumentando en favor
de las Informaciones jurídicas de 1666 que los indígenas habían dado sobre la
existencia y virtudes de Juan Diego:
- Primo Feliciano Velázquez en La aparición de Santa María de Guadalupe,
- Fortino Hipólito Vera (obispo de Cuernavaca) en Contestación histórico-crítica,
- Agustín de la Rosa en su Defensa de la aparición guadalupana
- Jesús García Gutiérrez mostró una lista de más de 50 documentos históricos guadalupanos en su Primer siglo guadalupano
- Joel Romero Salinas ―en tiempos modernos― en su libro Eclipse guadalupano.
- José Bravo Ugarte en su libro Cuestiones históricas guadalupanas.
- Mariano Cuevas en su libro Álbum histórico del IV Centenario guadalupano.
Muchos historiadores y algunos sacerdotes, incluyendo el
sacerdote historiador estadounidense Stafford Poole y el antiguo abad de la
Basílica de Guadalupe Guillermo Schulenburg, han rechazado la veracidad de la
aparición. Schulenburg causó en particular una conmoción cuando afirmó en 1996
en la revista católica Ixthus que Juan Diego Cuauhtlatoatzin fue «un símbolo,
no una realidad». Schulenburg no fue el primero en desacreditar el
acontecimiento tradicional ni el primer católico en dejar su puesto después de
su cuestionamiento de la historia de Guadalupe. En 1897, Eduardo Sánchez
Camacho, obispo de Tamaulipas fue forzado a dejar su puesto después de expresar
una similar opinión. Cabe señalar que el Vaticano ordenó una extensa
investigación ante la postura de Schulenburg, y finalmente se consideró
históricamente probada la existencia de Juan Diego Cuauhtlatoatzin como persona
real. Tres historiadores, Eduardo Chávez Sánchez, José Luis Guerrero Rosado y
Fidel González Fernández, publicaron esta investigación en el libro El
encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego (México: Porrúa, 1999).
En 1982, el experto restaurador de arte José Sol Rosales
examinó la imagen con estereomicroscopía e identificó sulfato de calcio, hollín
de pino, en colores blanco y azul, tierras verdes (suciedad), redes hechas de
carmín y otros pigmentos, y también oro. Rosales encontró en el trabajo
materiales y métodos coincidentes con los del siglo XVI. Dos siglos antes, en
1751, el mejor pintor de la Nueva España, el oaxaqueño Miguel Cabrera, había
dictaminado que la imagen no podía explicarse como humanamente hecha. En 1979
los norteamericanos Philip Callahan y Jody Brant Smith fotografiaron la imagen
con cámara infrarroja y no encontraron explicación científica para la hechura
del manto, túnica, manos y rostro de la Virgen.
Norberto Rivera Carrera, arzobispo de México, comisionó un
estudio en 1999 acerca de la factura del ayate, Leoncio Garza Valdés, un
pediatra y microbiólogo que había trabajado previamente en el Sudario de Turín,
reclamó una inspección de fotografías de la imagen, encontraron tres distintas
capas de pintura, al menos una de la cual tenía iniciales pintadas sobre ella,
también indicó que el pintado original mostró sorprendentes similitudes a la
original Señora de Guadalupe encontrada en Extremadura, España, en la segunda
muestra de pintura mostrando otra Virgen con rasgos indígenas. Sin embargo no
pudo citar ningún otro observador independiente que vea las mismas
características. Garza Valdés también afirmó que la tela en donde fue pintada
la imagen era de cáñamo y lino, no de fibras de agave como se creía, recúerdese
que ya en 1946 el Instituto de Bilogía de la entonces Universidad Nacional de
México afirmaba que las fibras del ayate pertenecían a un agave, esto es, a un
maguey.93 Gilberto Aguirre, un colega de Garza Valdés que llevó la pintura a
estudios en 1999, examinó las mismas fotografías e indicó que, si bien estaba
de acuerdo en que la pintura había sido extensamente forzada, se oponía a las
conclusiones de Garza Valdés y sostuvo que las condiciones de realización del
estudio fueron inadecuadas. La inexistencia de fotografías que comprueben la
tesis de Garza Valdés, y el hecho de que esas tres imágenes sobrepuestas
implicarían anacronismos históricos, ha desacreditado en medios investigativos
las conclusiones de Garza Valdés.
Varias imágenes similares han aparecido a través de la
historia mexicana, en el pueblo de Tlaltenango, en el estado de Morelos, una
pintura de Nuestra Señora de Guadalupe es reclamada que apareció milagrosamente
en el interior de una caja que dos viajeros desconocidos dejaron en una
residencia. Los propietarios de la residencia llamaron al padre local después
de la tentadora noticia, aromas de flores y sándalo se desprendían de la caja. La
imagen ha sido venerada desde su encuentro el 8 de septiembre de 1720, y es
aceptada como una aparición válida por las autoridades católicas locales.
La
historia
El Nican mopohua dice que uno de los testigos de las
apariciones de la Virgen de Guadalupe fue fray Juan de Zumárraga, primer obispo
de la ciudad de México, D. F..
La Virgen María, en su advocación de Virgen de Guadalupe,
se apareció en varias ocasiones ante el converso mexica Juan Diego
Cuauhtlatoatzin el sábado 09 de diciembre de 1531 en el cerro del Tepeyac y la
Virgen entonces le dijo: Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos,
que yo soy la siempre Virgen María, Madre del Dios verdadero, por quien se
vive, Señor del cielo y de la Tierra.
Pidió que fuera en busca del obispo y le dijera que ella
solicitaba la creación de un templo en ese lugar. El indígena Juan Diego fue en
busca de fray Juan de Zumárraga para contarle de la solicitud de la virgen,
pero fray Juan no creyó en las apariciones, pues este tipo de historias de
apariciones espirituales era común en esa época, así que le pidió una prueba.
En respuesta a la petición del obispo, la Virgen pidió al
indígena Juan Diego que, como pudiera, cortara unas rosas de Castilla de la
cumbre del cerro y se las llevara al obispo (En ese tiempo era invierno y la
zona del cerro era una zona árida, no apta para el crecimiento de flores como
las rosas).
Juan Diego Cuauhtlatoatzin obedeció y guardó las rosas
dentro de su tilma o ayate. Posteriormente bajó del cerro y pidió una audiencia
ante el obispo para mostrarle la prueba. Al llegar donde estaba el obispo, en la
plaza del pueblo y frente a muchos testigos, Juan Diego estiró su ayate para
tender las rosas sobre la mesa. Sobre el ayate aparece la imagen estilizada
(claramente artística, no fotográfica) de la Virgen de Guadalupe. La prueba
para el fraile no fueron solamente las rosas, que no podían crecer en esa
temporada del año, sino el milagro de la imagen de la Virgen de Guadalupe sobre
el ayate.
La imagen que hoy en día conocemos sería la misma que la de
ese día del año 1531.
Posible
sincretismo
Algunos historiadores consideran que la imagen fue hecha
para representar sincréticamente a la Virgen María y a la madre diosa azteca
Tonantzin en el Tepeyac ―el cual se cree que era el sitio de adoración de la
diosa― proporcionando una forma de que los españoles del siglo XVI ganaran el
apoyo de la población indígena de México. Puede haber proporcionando a los
indígenas mexicanos de siglo XVI un medio para practicar secretamente sus
religiones nativas.
El culto a la Virgen de Guadalupe podría ser un sincretismo
con la diosa mexica Tonantzin (que significa ‘nuestra madre’), la diosa de la
tierra; la cual se sabe que los mexicas veneraban en ese mismo cerro del
Tepeyac. La crítica de Sahagún del culto en Tepeyac parece haber provenido
principalmente de su preocupación por una aplicación sincretista del nombre
nativo Tonantzin a la Virgen María.
Fray Bernardino de Sahagún lo menciona en uno de sus
textos, como se señaló anteriormente.
La
Virgen de Guadalupe en la historia de México
La Virgen María de Guadalupe ha tenido un lugar importante
en la historia de México, desde un poco después de la Conquista de México,
hasta nuestros días.
Independencia
Anverso del estandarte con la imagen de la Virgen de
Guadalupe, enarbolado por Miguel Hidalgo y Costilla en la iglesia de Atotonilco
(Guanajuato) cuando iba de camino de Dolores a San Miguel el Grande el 16 de
septiembre de 1810, horas después del grito de Dolores que dio inicio a la
guerra de la independencia de México.
Altar callejero en un mercado de la Ciudad de México.
Los Guadalupes, una sociedad secreta con actividad intensa
entre 1811 y 1814 impulsada por los ideales liberales insurgentes, tomó su
nombre en honor de la Virgen de Guadalupe como símbolo de unidad nacional. Esta
sociedad fue una de las principales precursoras de la Independencia de México.
El movimiento de independencia de México tuvo como primer estandarte la Virgen
de Guadalupe. En su camino de Dolores a San Miguel el Grande, Miguel Hidalgo y
Costilla se detuvo a orar en la iglesia de Atotonilco (Guanajuato) mientras sus
seiscientos hombres esperaban en el atrio. Al salir enarboló una imagen capaz
de unir al pueblo para la empresa de la Independencia Nacional.94 En el edicto
de excomunión contra los insurgentes del 24 de septiembre de 1810, don Manuel
Abad y Queipo, obispo de Michoacán, señaló que Miguel Hidalgo y Costilla «pintó
en su estandarte la imagen de nuestra augusta patrona, Nuestra Señora de
Guadalupe, y le puso la inscripción siguiente: Viva la Religión. Viva nuestra
Madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal
gobierno».
El 11 de marzo de 1813, desde Ometepec (estado de
Guerrero), José María Morelos expidió un decreto exaltando a la Guadalupana,
«para que sea honrada y todo varón declare ser devoto de la Santa Imagen,
soldado y defensor de la Patria» y dos años después pediría como última
concesión ir a orar a la virgen antes de ser ejecutado en Ecatepec en 1815.
Primer
Imperio de México
Agustín I de México crea la Orden Nacional de Nuestra
Señora de Guadalupe. A la muerte del emperador, en el otoño de 1824 cayó en
desuso.
México
independiente
Manuel Félix Fernández acampaba a un lado del arroyo en la
Sierra Mixteca. Uno de sus hombres se atrevió a bajar hasta el agua y fue
abatido por los arcabuces enemigos. El bravo general arrojó su sable a la otra
orilla y gritó: «Va mi espada en prenda, voy por ella». Toda la tropa lo siguió
hasta la victoria y él, agradecido, cambió su nombre por Guadalupe Victoria en
agradecimiento a la Virgen por la victoria concedida. Posteriormente sería el
primer presidente de México.
Otro presidente, el general Vicente Guerrero, peregrinó a
Guadalupe para depositar personalmente a los pies de la Virgen las banderas y
trofeos ganados a Barradas.
Antonio López de Santa Anna, reactiva 30 años después de su
fundación la Orden Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe y consiguió el
reconocimiento de la iglesia católica en 1854 por disposición del Papa Pío IX.
Ese mismo año volvió a caer en desuso con el triunfo de la Revolución de
Ayutla.
Ignacio Manuel Altamirano, en su libro Pasajes y leyendas y
costumbres de México, cuenta del presidente, general Juan Álvarez, antiguo
insurgente, que «...hizo su peregrinación oficial a la Villa de Guadalupe», y
repite la misma frase hablando del general Ignacio Comonfort, también
presidente de México.
Ya en 1828, el Congreso estableció como fiesta nacional el
12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe.97 El gobierno liberal del
presidente Benito Juárez, al trasladarse a Veracruz y establecer el calendario
de fiestas obligatorias, expidió el 11 de agosto de 1859 un decreto por el cual
se declaró día festivo el 12 de diciembre,97 98 y Sebastián Lerdo de Tejada,
Ministro de Justicia, Relaciones y Gobernación, comentó este hecho llamando
«intocable» a la fecha guadalupana.99 En 1856, como miembro del gobierno de
reforma del presidente Ignacio Comonfort y mediante la llamada «Ley Juárez»,
Benito Juárez había acabado con los privilegios de la Iglesia, y mediante la
«Ley Lerdo» se justificó la expropiación de su patrimonio, pero sin tocar el
Santuario de la Virgen de Guadalupe, política también seguida por los
presidentes posteriores, más allá de su abierta posición anticlerical.
Valentín Gómez Farías encabeza una moción para «entronizar
en el Congreso Nacional a Nuestra Santísima Madre de Guadalupe».
Segundo
Imperio de México
Maximiliano I crea la Orden de Guadalupe una de las órdenes
imperiales de México (originalmente Orden Nacional de Nuestra Señora de
Guadalupe), conocida oficialmente en el imperio como Orden Imperial de Nuestra
Señora de Guadalupe.
Siglo
XX
El licenciado Manuel Garibi Tortoler cuenta que cuando se
dio la orden de expulsar de México al general Plutarco Elías Calles (presidente
de la República y fundador del Banco de México), los comisionados para ejecutar
la orden lo sorprendieron durmiendo; en la mesa de noche, junto a su lecho,
encontraron una imagen de la Virgen de Guadalupe y una lámpara encendida ante
ella. Sin embargo se cuenta que lo que hacía era leer el libro Mi lucha de
Adolfo Hitler.
El entonces presidente de México Adolfo López Mateos
(1958-1964) fue cuestionado en una gira por Venezuela por una periodista quien
le preguntó si la imagen de la Virgen de Guadalupe iba a formar parte del
intercambio cultural México-Venezuela y la respuesta del presidente mexicano
fue: «La imagen de la Virgen de Guadalupe no está sujeta a intercambio alguno,
la imagen pertenece al pueblo creyente de México»; en rueda de prensa en Río de
Janeiro, afirmó: «La imagen de la Virgen de Guadalupe no es considerada una
obra pictórica porque las manos que la pintaron no son de este mundo..., es sin
duda la más valiosa reliquia del género religioso que existe en México».
En el año 2000, el entonces presidente electo Vicente Fox
Quesada al conocer el resultado de las elecciones levantó un estandarte de la
Virgen de Guadalupe, así mismo visitó la Basílica de Guadalupe en los días
posteriores, hecho que molestó a no creyentes y a grupos masónicos, además de
violar la ley al participar en actividades religiosas como representante del
Ejecutivo.
Canonización
de Juan Diego Cuauhtlatoatzin
En 1998, la Congregación
Vaticana para las Causas de los Santos decidió crear una comisión histórica
para investigar la existencia histórica de Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Esta
comisión encontró en la tradición oral indígena, decisiva en cualquier estudio
de los pueblos mexicanos, y en algunos documentos como el llamado Códice
Escalada, fundamentos suficientes para afirmar la historicidad del indígena.
En el año 2002 el papa Juan
Pablo II canonizó a Cuauhtlatoatzin, como se señaló anteriormente.
Controversia
a favor y en contra
Guadalupanos antiaparicionista
Existen algunas opiniones contrarias, dentro de la misma
religión católica.
En 1995, Guillermo Schulenburg (abad-director de la
Basílica de Guadalupe) declaró a la revista católica mexicana Ixtus lo
siguiente:
- Ixtus: ¿Existió Juan Diego?
- Schulenburg: No. Es un símbolo, no una realidad.
- Ixtus: ¿Entonces cómo encaja la beatificación que de él hizo el papa?
- Schulenburg: Esa beatificación es un reconocimiento de culto, no es un reconocimiento de la existencia física y real del personaje; por lo mismo, no es propiamente una beatificación.
Semanas después de esta serie de declaraciones, Schulenburg
renunció espontáneamente a su cargo de abad de la basílica de Santa María de
Guadalupe, cargo que había ejercido por más de treinta años.
Tela
Los fieles guadalupanos creen que la tela milagrosa está
hecha de maguey.
El primer estudio de la tela se remonta al año 1666.
Algunos pintores de aquel tiempo obtuvieron el permiso para examinar
atentamente la tilma y con sorpresa constataron que la pintura no tenía una
preparación de fondo y por lo tanto era imposible pensar que la imagen hubiera
sido pintada al óleo o al temple. Además, el agave, del que estaba hecha la
tilma, es un material extremadamente deteriorable. Expuesto, sin ningún tipo de
protección, en un lugar donde el clima húmedo, rico de partículas de salitre,
podía corroer incluso el hierro, se habría estropeado en pocos años. En cambio,
cuando se hicieron esas investigaciones ya habían pasado 135 años y aquel agave
estaba intacto. Esta observación se ha hecho en todas las otras investigaciones
científicas sucesivas, quedando siempre sin respuesta. Es una interrogante que
se nos plantea también hoy día: ese agave es el único que existe en el mundo
que después de 461 años está aún intacto.
La Iglesia católica argumenta que la tela del ayate sobre
el que está la imagen de la Virgen es de fibra vegetal de maguey. Por su
naturaleza, esta fibra se descompone por putrefacción en mucho menos de medio
siglo. Así ha sucedido con varias reproducciones de la imagen que se han
fabricado con tejido de maguey. El ayate, sin embargo, ha resistido más de 480
años.
El rostro
Según el profesor Rodrigo Franyutti, en su libro "El
Verdadero y Extraordinario Rostro de la Virgen de Guadalupe", la imagen
sería sobrenatural y no existiría tecnología capaz de duplicarla. Además,
Franyutti señala cuáles serían los múltiples retoques de pintura que artistas
anónimos han agregado a la Imagen.
La
fiesta de Guadalupe
Artesanías.
La fiesta de la Virgen se celebra el 12 de diciembre. La
noche del día anterior, las iglesias en todo lo ancho y largo del país se
colman de fieles para celebrar una fiesta a la que llaman «las mañanitas a la
Guadalupana» o serenata a la Virgen. El santuario de Guadalupe, ubicado en el
cerro del Tepeyac en la ciudad de México, es visitado ese día por más de 5
millones de personas.
Se tiene por costumbre que tales peregrinaciones no solo
incluyan fieles y organizadores, sino danzantes llamados matlachines, quienes
lideran las procesiones hasta llegar a la basílica.
Los Diarios de Juan Bautista a mediados del siglo XVI y las
Cartas de 1797 de Servando Teresa de Mier, ambos dan la fecha 8 de
Septiembre104 para una celebración dedicada al natalicio de María (madre de
Jesús):
"La misma fiesta del santuario de Guadalupe que
todavía celebran hoy los indios en el día 8 de Septiembre... así como celebran
los españoles el 12 de Diciembre..."105
Hechos
notables
Antes del inicio del
Mundial de Sudáfrica 2010, el presidente de la Real Federación Española de
Fútbol, Ángel María Villar, se comprometió a llevarle el trofeo de la Copa
Mundial de Fútbol como muestra de agradecimiento a la Virgen de Guadalupe si la
selección española se coronaba en dicho torneo; dado que ese hito se consumó,
la copa fue llevada al altar por los seleccionados y federativos españoles.
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